"¡¡¡Gracias, Calderón!!!", gritó una voz femenina, entre la multitud que fue a despedir al Papa Benedicto XVI. Seguramente, esta expresión se escuchó varias veces durante la visita del Pontífice. La verdad es que Felipe Calderón se veía feliz por los resultados de la visita papal a nuestro país. Su rostro reflejaba una gran satisfacción, seguramente esos gritos de agradecimiento los veía traducidos en votos para su partido en las próximas elecciones presidenciales. Una vez que Calderón terminó de leer su discurso (con uno y otro "gallito") de despedida a Joseph Aloisius Ratzinger, se dirigió hacia la enorme silla forrada de blanco, que se encontraba en el podium, se acomodó el nudo de su corbata y le sonrió a los ángeles. Estaba encantado. La que también se veía, sin duda alguna, muy contenta era Margarita Zavala. La primera dama no dejaba de sonreír. Su actitud era de absoluta alegría, lo cual la hacía verse aún más jovial. Había momentos en que parecía una estudiante de preparatoria elegida por la dirección de su escuela para recibir a un distinguido personaje. En suma el matrimonio Calderón estaba rebasado por la emoción.
Igualmente felices y bendecidos por los cielos se veían los conductores de noticiarios de Televisa y Azteca. El Papa era la más refulgente estrella del Canal de las Estrellas. Se hubiera dicho que era su Pontífice y de nadie más. Antes de que Benedicto XVI pisara el suelo mexicano, ya lo habían adoptado, era suyo, era su personaje más taquillero del momento. Había que sacarle partido a su visita, hasta el último instante. Había que presentarse ante la opinión pública como el canal más católico de todos los canales. Que no existiera la menor duda, que Televisa era el estandarte de la Santa Sede. "Vean la relación tan estrecha que hemos construido a través de los años con el Vaticano. Vean cómo nuestro equipo se habla de tú con los jerarcas de la curia romana. Y vean con qué profesionalismo transmitimos la palabra de Dios a nuestro público católico y guadalupano". A las televisoras también les salió redondito el viaje del Papa. Lo más probable es que todos los canales mexicanos hayan roto récord de rating.
Qué felices han de haber estado, asimismo, los jerarcas de la Iglesia mexicana. Todos sus representantes tenían cara de santos. Durante la despedida del Papa, el cardenal Norberto Rivera se arrodilló ante el Pontífice y le besó la mano con toda la humildad de la que es capaz cuando está frente a su superior. Se le veía el pelo pintado, más negro que nunca, su sonrisa más blanca de lo habitual y su mirada era casi de ensoñación. En ese momento, Norberto no se cambiaba por ningún cardenal italiano. Así de feliz también se veía el gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, "gestor" de la visita papal. Hacía mucho tiempo no se hablaba en los medios de Silao y de la maravilla que resulta ser su Parque Bicentenario. Ahora miles de turistas querrán visitar los lugares por donde pasó y pisó (con sus zapatillas rojas de marca Prada) el Papa. Qué felices se encontraban igualmente con la posibilidad de estar cerca del Pontífice, la Gaviota, Martita y todas las esposas, con sus respectivos hijos, de los funcionarios. Pero indiscutiblemente, el más feliz de todos era el pueblo católico mexicano. Ah, cómo gritaba porras, cómo aplaudía los discursos del Santo Papa; desde lejos, muchos estiraban sus brazos al máximo, con la ilusión de tocar el Papamóvil. Dicen las autoridades federales que en los recorridos que hizo Ratzinger había más de medio millón de personas. Dicen que hubo más de 2,200 personas desmayadas por la emoción en distintas zonas. Y dicen que los soldados y elementos del Estado Mayor Presidencial y federales no se daban abasto atendiendo a tanta gente. "Estoy realizada llena de fe. Es como un sueño realizado", aseguró una señora originaria de Zacatecas.
Dicho todo lo anterior, algo me dice que el menos feliz de todos, todos, todos, por la visita papal, es el propio Ratzinger. Algo me dice que se fue tristón y hasta deprimido. Tal vez encontró al pueblo mexicano demasiado "emotivo", demasiado infantil y demasiado manipulado por los medios y las autoridades. Quizá, en el fondo, se deprimió al decirse que una vez que haya partido, seguramente continuarán los crímenes, la violencia y la injusticia. Inteligente, sensible e intuitivo como es el Papa, se ha de haber entristecido al advertir tanto deterioro en un país en el que la Iglesia católica tiene tanta vigencia, aunque no tanta como en años anteriores. "The Economist destacó, para empezar, cómo a diferencia de Guanajuato, donde 94% de la población se declara católica, el número que profesan esa religión en México ha caído de 96% en los años setenta a 83% en datos del censo de 2010" (Salvador Camarena, El País, 26 de marzo). ¿Qué tan satisfecho se puede sentir el Papa de su viaje a México, cuando sabe que no recibió a las víctimas de Maciel? ¿Por qué los habrá excluido de su agenda? ¿Quién le habrá aconsejado al Papa que mejor no los recibiera? ¿Norberto? ¿Calderón?
Por último nos preguntamos quién fue el más beneficiado con el viaje papal. ¿Los tres candidatos a la Presidencia que asistieron a la misa? ¿El PAN? ¿Las televisoras? ¿El Vaticano? ¿La Iglesia mexicana? ¿Silao? ¿El pueblo mexicano? O, ¿el próximo ex Presidente?
Fue muy interesante su visita ya que sinceramente jamas me espere que se daría una vuelta por México y menos que visitara Guanajuato... pero en todo caso esta visita fue arma de doble filo, ya que por una parte levanto el animo de las personas pero por otro lado... quien sabe que consecuencias va a traer esto con la corrupción que hoy conocemos.
ResponderEliminarLa visita del papa fu más que nada algo para poner en boca a León, Silao y todo Guanajuato en tema de seguridad, como hasta ahorita está.
EliminarLo bueno está por venir ya que el turismo nos puede dar la derrama que necesitamos todos en la entidad, porque ya tenemos fábricas, armadoras y muchos empresas ahora nos toca la derrama turística.
Esto del papa fue a mediano largo plazo ya verán.