viernes, 29 de enero de 2016

Leer, ¿para qué? (F: Letraslibres.com)

Para intentar una respuesta, empiezo con un comentario que alguien que firma como “Olivia” dejó en el blog la semana pasada:
Creo que la mayoría de las campañas de promoción de la lectura operan desde el mismo criterio moral: leer es bueno, por lo tanto promocionar la lectura es algo bueno. Si la literatura es una de las bellas artes, hacer que la gente se acerque a los libros es un actividad noble sin lugar a dudas.
Aceptar esto es fácil. Lo que falta, sin embargo, es explicar por qué pensamos o por qué se supone que tenemos que pensar que leer es algo bueno y por qué debería preocuparnos como sociedad que la gente lea más. Sin esta preocupación, las campañas se concentran en muchas otras cosas: en el tiempo de la lectura (lee 20 minutos al día), en la relación afectiva entre lector y libro (enamórate de un libro/personaje), en la construcción de metáforas alrededor del acto de la lectura (tipo: leer te da las alas, leer te abre los ojos, etc.) y en la presentación de la lectura como imperativo
¿Por qué debería uno estar exactamente allí y no en cualquier otro lado? ¿Por qué debería uno leer y no hacer cualquier otra cosa?
Temo que este tipo de interpretaciones de la lectura estén basadas en un malententido: confundir el aspecto material de la literatura con la literatura misma. Es decir, que al promocionar la lectura confundimos el objetivo y terminamos promocionando la compra, el intercambio o fetichismo por los libros. Por eso el ejemplo que sigue no viene de un libro, sino de una película.
En algún momento hacia la mitad de la película Temporada de patos (2004), dirigida por Fernando Eimbcke, un par de adolescente se niegan a pagar una pizza que llegó, según ellos, unos segundos más tarde de lo debido. El repartidor se niega a irse y la discusión y el tedio provocan que se llegue a los golpes.  
El repartidor, Ulises (Enrique Arreola), arrepentido por la situación decide contarle su historia a uno de los jóvenes: un tipo de provincia que vienen a la ciudad a estudiar veterinaria, se gradúa y no puede volver porque se ve obligado a cuidar a su tía enferma Pierde a la novia, pierde su trabajo, y su única oportunidad consiste en trabajar en una perrera, en la que finalmente termina asesinando perros. Devastado por la violencia, renuncia y se convierte en repartidor de pizzas. La historia es, de algún modo, una justificación o explicación de lo que ha pasado, pero también es el prólogo para otra historia, la que explica el plan del repartidor para salir de la ciudad de México y volver a su tierra:
“Un día me compré una pareja de pericos de cabeza amarillo de esos que hablan, ¿no? Y de repente como a los dos meses, tuvieron crías. Salieron como seis o siete periquitos, ¿no? Entonces se me ocurrió la idea de venderlo. Pero como el cuarto en el que estaban estaba muy frío, que se me mueren. Lo más gacho es que también se me murió la parejita. Pero luego luego yo me di cuenta de que era un negociazo… Con lo que reciba de aguinaldo en diciembre, me vuelvo a comprar una parejita. Pero como los voy a comprar en diciembre, ya tendría que haber ahorrado para ponerle calefacción al cuarto, ¿no? Entonces, ya con la calefacción y la parejita, tengo que esperar dos meses para que entren en celo. Y ojalá que la hembrita sí quiera…, aunque generalmente sí quieren, ¿no? Entonces así de un jalón salen seis o siete periquitos. Entonces tengo que esperar un mes más para que crezcan, y ya más creciditos cada uno lo puedes vender en 2000 o 2500 dependiendo de dónde lo coloques. Entonces fíjate, tengo que ahorrar dos meses para la calefacción, ¿no?, tengo que esperarme hasta diciembre para lo del aguinaldo, dos meses para que se crucen, un mes para que crezcan, y ya con esa lana, me traigo a mi tía Eugenia para que venga a cuidar a mi tía Lucha Elena y yo me regreso a San Juan." (mins. 45-47)
Lo que me interesa de los dos momentos es que se enfatiza el hecho de que 1) la gente tiene historias que contar y 2) que esas historias pueden unir la brecha que genera la indiferencia o aliviar el estado general de violencia y agresión que se vive cotidianamente.
¿De qué va todo esto?
El aspecto principal de la lectura en el que tendría que basarse una campaña de promoción es básico: las historias. El tipo de lectura que se promociona no es, por ejemplo, la lectura universitaria o académica, informada por crítica, teoría o historia de la literatura (en el mejor de los casos), sino un tipo de lectura basado en eso que es lo más inmediato y reconocible para un público no lector: la trama que al nivel más rudimentario genera empatía o antipatía en el lector. Las historias, en la versión optimista de esto, ayudan reconocer al otro como individuo, justo como sucede en la película.
El problema que esto supone es que hemos dejado de hablar de literatura y ahora se está hablando de historias, y que las historias no son algo que encontramos esencialmente en libros. El primer presupuesto de la promoción de la lectura tendría que referirse a esto: se puede leer tanto como se puede hacer cualquier otra cosa. Si partimos de este supuesto, la lectura pierde su halo imperativo y se convierte en una posibilidad que, aprovechada, nos enseña a escuchar y permite que nos reconozcamos en los otros.
El segundo presupuesto sí se refiere específicamente a literatura: la gente ideal para promocionar la lectura son los lectores. Uno se encuentra con historias en todos lados: en la televisión, en el cine, en las reuniones familiares, en los discursos políticos, en los pretextos que pone la gente para faltar al trabajo, para no entregar algo a tiempo, para engañar a la pareja. La diferencia entre este tipo de historias y las historias que uno se encuentra en los libros, cuando los libros son buenos, es que las primeras consisten única y exclusivamente de lugares comunes puestos en escena por arquetipos, mientras que la literatura presenta matices y personajes. Se trata, en general, de la oposición entre rodearnos de historias conocidas contadas de la misma manera, o de historias conocidas contadas de diferente manera. Esa diferencia es fundamental a la hora de juzgar historias.
Más que frases cursis o publicitarias, la transmisión de estas historias, o la transmisión del gusto, necesita de gente que lo haya experimentado. Pienso, por ejemplo, en los dos primeros párrafos de este texto donde la poeta Sara Uribe cuenta cómo fue que comenzó a escribir versos y que cuentan, primero, cómo fue que empezó a leer literatura. Estas narraciones son la mejor herramienta que tienen los interesados en promocionar la lectura por varias razones: porque el relato es personal, y por lo tanto único; porque su intención no es convencerte, sino compartir; porque entiendes que la lectura tiene un impacto real en la vida de los otros; porque el gusto se contagia, y no se puede contagiar lo que no se tiene.
Leer no nos hace buenas o mejores personas, y nada va a cambiar realmente si leemos veinte minutos al día o tres horas. El efecto de la lectura del que estoy hablando puede darse si uno lee y relee el mismo libro durante toda su vida, o si solo lee uno o cien libros al año. Las estadísticas fallan en reducir este efecto de las historias en la gente, que consiste, para reducirlo a algo, en la sorpresa que causa el darnos cuenta de que algo asumido tiene un lado que jamás habíamos considerado. Para intentar darle la vuelta al lugar común: leer no abre los ojos de nadie, pero si ayuda a que nos demos cuenta que ya los teníamos abiertos.

viernes, 22 de enero de 2016

Para que te enamores de un libro (F: Letraslibres.com)

¡Estamos salvados!
Para saber por qué y gracias a quién, hay que ver este videoque trata sobre la más reciente campaña de promoción de la lectura del Fondo de Cultura Económica:
Antes que nada, hay que aclarar algo evidente: que el excelente catálogo del FCE debe ocupar tanto esfuerzo y tantos recursos, que lo más probable es que paguen muy mal el trabajo de manejar sus cuentas de redes sociales, que cada día nos agasajan con joyas como esta:
Que se parece mucho a preguntarle con actitud galante a la persona que te gusta:
“Y a ti, ¿te gusta algo?”
Total, que la nueva iniciativa se trata de que la gente se enamore de los libros, y que para eso el FCE ha recurrido a una agencia de publicidad que se dedicó a engañar gente en Tinder, una red social dedicada a emparejar gente: crearon personajes usando modelos literarios y se dedicaron a seducir a cuantas personas se dejaron.
La idea es buena, pero me gustaría comentar algunas de las cosas que se dicen en el video con la intención de superar algunos lugares comunes que aparecen comúnmente alrededor de los discursos sobre lectura y literatura.
“Buscar una editorial o librería dispuesta a arriesgarse”
Cuando alguien usa la retórica del riesgo y la literatura usualmente cae en la trampa de no hablar ni de riesgos ni de literatura. Hay gente que ha muerto por escribir y leer libros. Eso es arriesgarse. Lo demás son palabras huecas del tipo: “esta es una novela arriesgada”, “creo que necesitas correr más riesgos con tu novela”, o “escribir es como lanzarse al abismo”, que es una frase que en estos momentos por lo menos tres escritores están aprovechando para una entrevista.
“No hay que tenerle miedo a la literatura”
Lo mismo. La gente no le tiene miedo a la literatura. La gente le teme a las crisis económicas, a perder su trabajo, a los sicarios que secuestran y asesinan a sus familiares, a la policía, a los políticos corruptos, a la oscuridad, a las alturas, pero no a la literatura. De hecho, y curiosamente, muchos de estos miedos son mejores causas para explicar los bajos índices de lectura en nuestro país-con la obvia excepción del miedo a las alturas- que un supuesto miedo a los libros que no se explica más que desde un punto de vista condescendiente.
“Cinco minutos de lectura al día”
De manera marcadamente dramática, el video presenta tres datos duros para documentar la miseria lectora de un país como México. La tercera, que en México leemos menos de cinco minutos al día, es la que los emprendedores han tratado de cambiar de manera práctica: chatear durante por lo menos cinco minutos con las personas pretendiendo que eres un personaje de ficción como la Carlota de Fernando del Paso, o el Demetrio de Mariano Azuela (son cinco los personajes en total).
Cuando han pasado ya los cinco minutos, el truco consiste en contarle al interlocutor que en realidad ha estado chateando con alguien que pretende ser fulanito o fulanita, y que fulanito o fulanita en realidad son personajes de ficción y que los puede encontrar en tal o cual libro.
Todo bien. De hecho, el juego de rol puede ser muy divertido. En mis épocas de universidad yo acostumbrar jugar billar online en yahoo, donde además de jugar podías chatear con tu oponente. Cuando me aburría de jugar, lo que hacía era engañar a otros jugadores pretendiendo que yo era un ingeniero espía en busca de un código que estaba bajo resguardo de, casualmente y según me habían dicho mis contactos, la persona con quien yo estaba chateando en ese momento.
Es increíble la cantidad de tiempo que la gente permitía que durara la broma, quizá por juego, quizá por extrañeza. Ahora, eso no significa que yo haya promocionado la ingeniería entre los jugadores de billar. O eso espero.
Lo mismo pasa en este caso: si se trata de, como dicen, mostrarle a los incautos que han estado leyendo un libro durante más de cinco minutos (cosa que no es cierta, por lo menos por lo poco que se ve de ejemplos de conversaciones en el video), en realidad no hacía falta tanto esfuerzo.
De hecho, aquí presento mi campaña de lectura. Es fácil: lean en voz alta y repitan la siguiente frase durante más de cinco minutos: “A veces Garcín estaba más triste que de costumbre”
¿Listo?
Pues ya está: acabas de leer a ¡Rubén Darío!
“De Tinder a la realidad”
El momento más inquietante en el video es cuando se asume que todo lo que ha pasado en él no es real: que ni el teléfono, ni la conversación en chat, ni la gente que la está teniendo existen; cuando los emprendedores deciden que quieren ir más allá de los cinco minutos de lectura y establecer una conexión “real” con el interlocutor. Entonces los citan en un bar o en un parque para que los otros, emocionados por conocer a Carlota o a Demetrio, lleguen con su mejor vestido y encuentren, en lugar de a Carlota o a Demetrio, el libro de donde salen los personajes.
¿Por qué no es real la realidad? O, dicho de otro modo: resulta extraño que una campaña de lectura que además juega con la ficción necesite de la confirmación tangible como muestra de realidad: los libros que uno va y compra en las librerías del FCE no son la literatura, sino su soporte físico. Extraña que emprendedores tan creativos no se den cuenta de eso, inmersos como deben estar, en el mundo digital y de las redes sociales, que es tan real como el desengaño que se llevó la gente cuando una tal Carlota o un tal Demetrio les dio bola, los citó en un bar y resultó que no eran más que personajes de un libro.
Al final, lo que creo que es que hubo una confusión de público. La gente entrará a Tinder en buscar de ficción, pero de ficciones en particular que nada tiene que ver con la lectura. Es como intentar promocionar la teoría de la evolución a la mitad del sermón de la misa del domingo.
Promocionar la lectura: ¿para qué?
Creo que lo he dicho en este blog, así que no voy a repetir mucho. El primer paso para una campaña de promoción de la lectura efectiva consiste en preguntarse seriamente para qué queremos que la gente lea más. Sin esta justificación, las buenas ideas se quedan allí, en juegos de rol, o en juicios morales, o en publicidad o en política.
Para que esto no se quede nada más en quejas, prometo intentar una respuesta la siguiente semana.

martes, 12 de enero de 2016

El triunfo de Joaquín Guzmán (F: Letras libres)

¿Cómo juzgar la entrevista que el actor estadounidense Sean Penn, con la coordinación de la actriz mexicana Kate del Castillo, realizó a Joaquín Guzmán? Primero hay que quitarse las telarañas que invitan a no leer el encuentro entre El Chapoy Penn como un trabajo periodístico. En su artículo paraRolling Stone, Penn se asume, de manera explícita, como periodista: “Cuando hago periodismo, no acepto pago alguno”, dice. Su intención, pues, era enfrentar a Joaquín Guzmán desde la trinchera, en los términos y con las herramientas del periodismo. No se encontró con El Chapopara discutir la producción de una futura película sobre la vida del jefe del Cártel de Sinaloa. Tampoco lo hizo sólo por curiosidad, aprovechando el vínculo con Del Castillo. Se acercó a la actriz (y luego al capo) porque de tiempo atrás pretendía escribir algo para Rolling Stone y una plática con Guzmán sería —¡y cómo no!— la cereza en el pastel. Para Penn, la entrevista equivalía a encontrarse con un jefe de Estado: “Hoy México tiene, en efecto, dos presidentes”. Así consiguió Sean Penn la entrevista, así la asumió y así se preparó para ella. Un periodista haciendo su trabajo. Así hay que juzgarlo.
Partamos, pues, de una pregunta: ¿cuáles son las reglas básicas de una entrevista periodística? Se me ocurren algunas. La primera tiene que ver con el control de las preguntas. Un querido maestro me confió alguna vez lo que decía él a sus entrevistados: “Mire usted: antes de la entrevista, la entrevista es nuestra. Durante y después de la entrevista, la entrevista es mía”. Siempre me ha parecido un buen punto de partida: antes del encuentro, las partes pueden discutir puntos de interés en común y demás generalidades. Hacerlo es normal e incluso positivo. Ese acuerdo no incluye, por supuesto, la divulgación de las preguntas. Las preguntas son como cartas de póquer: son de quien las lleva y nada más.
La segunda regla se relaciona con la libertad para preguntar e interactuar con el entrevistado. Si hay temas vetados o si el periodista no puede interpelar o dar seguimiento a las respuestas, entonces la entrevista no es una entrevista, sino algo distinto. Más claro ni el agua: sin intercambio de puntos de vista no hay entrevista.
La tercera regla tiene que ver con el control del producto final. Una vez concluida la charla, el entrevistado está on the recordy lo que ha dicho podrá, digamos, ser usado en su contra. Es decir: después de la entrevista, la entrevista es del periodista y del medio para el que trabaja. Ofrecer al entrevistado la posibilidad de editar o de cualquier otro modo modificar el contenido anula, de inmediato, la validez periodística de la entrevista.
En su entrevista con Joaquín Guzmán, Sean Penn faltó a por lo menos dos de esas tres reglas elementales del oficio periodístico. En el primer encuentro entre ambos (no en la entrevista formal, que Joaquín Guzmán pospuso con astucia), Penn no llevaba lápiz y papel y se vio obligado a usar la memoria. Para la entrevista formal, Penn ya no puede visitar a Guzmán y se ve obligado a enviar una lista de preguntas a través de BlackBerry. El Chapo escoge las que quiere responder y cómo las quiere responder. Penn admite que no puede hacer mucho más: “Sin estar presente, no puedo controlar las preguntas ni dar seguimiento a las respuestas”. Para colmo, la revista Rolling Stone admite, en la introducción al texto, haber enviado el texto a Guzmán para su aprobación (“el sujeto no pidió cambio alguno”, dice Rolling Stone de manera risible. ¡Pues claro que no!). El resultado es una entrevista que se da exclusivamente en los términos, los tiempos y, tristemente, los intereses del entrevistado. Una entrevista que no es entrevista.
Otra prueba de fuego para una entrevista es, digamos, el resultado de la pelea entre entrevistado y entrevistador. En el choque entre Penn y El Chapo, en esa pelea amañada, el triunfo corresponde enteramente a Joaquín Guzmán. Sin la posibilidad de hacer una entrevista real, Penn tiene que conformarse con la imposición de una narrativa. Así, El Chaporesulta un hombre de familia, que visita y quiere mucho a su madrecita, que cuida de sus hijos y sueña con disfrutar de sus últimos días en el terruño sinaloense, que se volvió narcotraficante porque de algo tenía que vivir, que no es violento más que para defenderse, que no ha hecho ningún daño a México, que es un narcotraficante como muchos otros, que no se droga y sólo bebe en presencia de una dama, que no recurre a la violencia ni para escaparse, que “no busca problemas. De ninguna manera”. Un hombre caballeroso, que da abrazos de “compadre” y está sonriendo casi todo el tiempo. Un hombre casi amable de no ser por los diez mil asesinatos que se le atribuyen al Cártel de Sinaloa y los millones de vidas destrozadas por el tráfico de droga a 50 países del mundo.
En suma, un acto perfecto de propaganda. Un triunfo más de Joaquín Guzmán.
(Publicado previamente en el periódico El Universal)

lunes, 11 de enero de 2016

Diferencia entre vino espumoso natural y vino gasificado (F: Cocineando.com)

Hay muchos vinos con gas, pero no todos son espumosos. Los vinos gasificados son aquellos a los que se les inyecta el gas carbónico de forma industrial, del mismo modo que se inyecta el gas a un refresco. Son considerados vinos de baja calidad, y su símbolo (presente en la parte inferior del tapón) es un triángulo.
Los vinos espumosos naturalesconsiguen el gas carbónico a través de una segunda fermentación. Entre ellos se encuentran los vinos de aguja, que tienen menos presión del gas que champán, cava, etc.  Estos últimos se elaboran a través del método champenoise o tradicional, y su símbolo es una estrella.


Elaboración de vinos espumosos: el método champenoise o tradicional
Ideado por el monje Dom Perignon (1639-1715) e introducido en tierras catalanas para la producción de cava en 1872 por Josep Maria Reventós i Fatjó, en el método champenoisela segunda fermentación se da directamente en la botella con la que el vino espumoso después saldrá al mercado. Como champagne es un nombre protegido por la AOC Champagne, en las etiquetas que no son de champán se indica “método tradicional” para el mismo proceso de elaboración.
Este consiste en añadir al vino de base (que suele ser una mezcla de vinos –coupage– de diferentes variedades de uva), azúcar (entre 20 y 24gr por litro), levaduras y clarificantes para embotellarlo y tapar dichas botellas con una chapa. Se bajan a la cava, donde permanecen tumbadas y a temperatura ambiente para que se dé la segunda fermentación. Durante la misma, que dura dos o tres meses, los azúcares fermentan,  aumenta la presión a causa del surgimiento del gas y también aumenta el grado alcohólico. Tras la segunda fermentación, las botellas permanecen en la cava durante el periodo decrianza, en el cual el gas creado se disuelve a la par que el vino espumoso adquiere el aroma.
Luego las botellas pasan de la posición horizontal a la vertical en la fase de removido, en las que se les dan cuartos de vuelta diarios para que los sedimentos se desplacen del fondo al cuello de la botella. Una vez en el cuello, los sedimentos se eliminan, congelándolos para que no vuelvan a mezclarse con el vino (fase de degüello).

Tras ellos, en función del vino espumoso a crear y antes de cerrar la botella con el corcho, la placa y el bozal definitivamente, se introduce un vino con alta concentración de azúcar (vino de expedición), cuya cantidad depende del tipo de cava que se quiera obtener según del dulzor:

-Brut Nature: entre 0 y 3gr de azúcar por litro.
-Extra Brut: entre 3 y 6gr de azúcar por litro.
-Brut: de 7 a 15gr de azúcar por litro.
-Seco: entre 16 y 35gr de azúcar por litro
-Semi-seco: entre 36 y 50gr de azúcar por litro.
-Dulce: más de 50gr por litro.

Diferencias entre champán y cava
Champán, champaña o champagne y cava se elaboran a partir del método champenoise o tradicional, lo único que el primero sólo se elabora en la región de francesa de Champagne (en la misma Francia existen otros espumosos de calidad llamados crémant), y el segundo en las zonas vitivínicolas de la península que forman parte de la D.O. Cava.
Pero a pesar del mismo método de elaboración, se emplean diferentes tipos de uva para su elaboración. El cava se elabora esencialmente con macabeo, xarel·lo y parellada (ver más detalles de las características del cava aquí), mientras que el champagne se elabora conchardonnay, y las variedades tintas pinot noir y pinot meunier. Generalmente se elabora con las tres, sin embargo, si la etiqueta indica “Blanc de blancs” (blanco de blancos), sólo está elaborada con chardonnay, mientras que si indica “Blanc en noirs” (blanco en negros) es que está elaborada con las dos variedades de pinot.

Otros vinos espumosos de calidad

En Italia son populares el asti spumati, en versiones dulce y seca, y el prosecco, que es un semiseco. Se suelen elaborar con chardonnay y pinot noir, pero, en el caso de estos dos vinos espumosos, la segunda fermentación no se da en botella como en el caso de cava y champagne, sino que se produce en grandes depósitos, para luego filtrar y embotellar (método Charmat o Gran Vas). El símbolo en el tapón de este método de elaboración es el círculo.
En Alemania se elabora el vino espumoso sekt, a base de riesling, müller-thurgau y sylvaner. Y en la República Checa se elabroa el Bohemia sekt.