Tal vez la propuesta con mayor contundencia conceptual presentada por los diversos despachos arquitectónicos en el Congreso de Arquine sean las Trufas de Ensamble Estudio, a cargo de Antón García-Abril. El arquitecto madrileño, cuyo despacho trabaja con conceptos simples como el equilibrio, la gravedad y la adaptación ambiental, utilizó para este proyecto una metodología inusual que pone particular atención en el desarrollo de la arquitectura (a la manera del arte proceso y del Land Art) para desplazarla a un acto escultórico. El resultado es un tipo de casa-habitación que pareciera haber sido parte del paisaje que la rodea desde siempre aunque, al mismo tiempo, utiliza materiales artificiales.
Tal como sucede con esos codiciados hongos-tubérculos, las trufas-casas de Ensamble estudio son sembradas en medio de un paisaje rocoso frente al mar. El proceso de construcción es tan largo como el necesario para cultivar. En los primeros pasos se emplazan pacas de paja con la forma de la planta de la casa y a éstas se las rodea con tierra dejando un espacio hueco en el que se irá vertiendo cemento fresco. Conforme se va rellenando ese hueco se apilan más pacas de paja y más tierra para poder verter más cemento. Esta acción se repite hasta conseguir la altura deseada. Después el trascabo retira la tierra tal como un cerdo buscaría la trufa en el fondo de la tierra hasta que aparece nuevamente el concreto. Una sierra corta dos laterales para ventana y puerta y una vaquilla se come toda la paja del interior para dejar a la vista una cueva que tiene las mismas texturas visuales del entorno rocoso.
El resultado es contundente: una morada para mirar el mar, una pequeña cueva camuflada en el entorno. Y a pesar de que el proceso es complejo y los materiales artificiales –y de que seguramente cualquiera que desee tener su propia trufa-casa en las costas de Laxe, España, tendrá que pagar miles de dólares– lo cierto es que hay algo de simpleza en esa forma de construir a escala humana, de respetar la vastedad del paisaje a la manera romántica, de acercarnos a una vida salvaje, que apela a nuestra más profunda naturaleza. Probablemente es esta especie de acción escultórica lo que media entre el entorno y la arquitectura, y entre el hombre y la arquitectura para lograr la comunión.
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