domingo, 4 de marzo de 2012

Alimentos y saciedad: el poder de la mente. (F: Dore Ferriz)...

La creencia que se tiene sobre un alimento, influye en la sensación de saciedad que se percibe cuando se come:
“¡El pescado no me satisface!”. “De segundo, siempre carne, si no, me quedo con hambre”. Éstos y otros comentarios son comunes entre muchas personas.


Según un reciente estudio, en la sensación de saciedad y de plenitud no influye sólo la composición nutricional del alimento que se come y la cantidad. La mente tiene un papel más importante de lo que se cree. La saciedad aumenta conforme el consumidor cree que el alimento que come sacia más, independientemente de su valor nutricional.


En una reciente evaluación científica ha determinado que la grelina, la hormona que regula los mensajes de hambre y saciedad entre el estómago y el cerebro, puede ser mediado por la mente más que el consumo de alimentos.


Es decir, la educación que tengamos ante ciertos alimentos determina el apetito y la sensación real de hambre.


La saciedad es una cuestión física, por lo tanto, condicionada por el pensamiento. En esta investigación, se ofreció un mismo licuado en dos ocasiones. Con uno se les hizo creer que tomaban un batido indulgente de 620 calorías. En el segundo, se les dijo que el batido contenía únicamente 140 calorías. Antes y después de beber el batido se les midió la concentración sanguínea de grelina. A pesar de haber comido el mismo alimento, los participantes experimentaron una mayor sensación de saciedad cuando tomaron el “batido calórico”. Tras el consumo del “batido menos calórico”, la respuesta de grelina fue menos pronunciada. Esto sugiere que, a pesar de tomar los mismos alimentos, la percepción sobre éstos influye en la sensación de hambre y saciedad hasta el punto de afectar al comportamiento alimentario.


Para “engañar” a la mente, se puede comenzar por servir raciones más pequeñas de carne acompañadas de abundantes verduras y carbohidratos ricos en fibra. Esto permite reducir la ración de proteína sin que se perciba el cambio. Evidentemente el cerebro necesita un tiempo para procesar que el alimento que ha llegado al estómago proporciona los nutrientes suficientes para calmar el apetito o el hambre, 20 minutos para ser precisos. Por ello, cuando comes rápido, te quedas con hambre o consumes más de lo que el organismo necesita en realidad.


En ocasiones, cuando se lee que un alimento es light, tiene “menos grasa” o no lleva “azúcares añadidos”, uno se autoconvence de que va a comer algo más sano y se concede la licencia de hacerlo en más cantidad. Esta reacción se ha comprobado en numerosas investigaciones. Los sujetos que pensaban que comían un alimento con menos grasa, comían más cantidad. El razonamiento de muchas personas es que al tener menos calorías, menos grasa o menos azúcares, se puede comer más de lo mismo.


El problema viene cuando gran parte de los alimentos que conforman la dieta de la persona son light y, en cada ocasión, se come más cantidad de la que se hubiera tomado si el alimento no fuera light, de forma que se ingieren más calorías.


La comunicación entre el estómago y el cerebro es muy compleja. La regulación del hambre y la saciedad va más allá del propio efecto bioquímico de los nutrientes. Un testimonio relevante para la prevención y tratamiento del sobrepeso y la obesidad. Tras conocer el poder de la mente en la sensación de saciedad, es más fácil comprender que ciertas creencias se pueden manipular.

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