Redacción.-El primero de los crímenes atribuidos a Jack el Destripador, el asesinato de Mary Ann Nichols, cumple mañana 125 años, en los que la leyenda del anónimo criminal ha despertado miles de preguntas que han sido escasamente respondidas.
Nichols, de 43 años, era una de las cientos de prostitutas que recorrían el londinense barrio de Whitechapel la madrugada del 31 de agosto de 1888, pero la suerte quiso que su nombre pasara a la historia del crimen.
La zona por la que caminaba buscando clientes estaba en alerta desde unos meses antes, en marzo, cuando una serie de ataques fatales a mujeres, conocidos como los “crímenes de Whitechapel”, dispararon las alarmas entre sus oscuros callejones.
Ignorando las advertencias de su amiga, Nichols insistió en recorrer sola la principal avenida de Whitechapel a las 2.30 de la madrugada en busca de algún servicio con el que poder pagarse el alojamiento de esa noche. Una hora más tarde fue encontrado su cadáver.
Pese a que no eran inusuales los asesinatos en ese barrio, en aquella época hervidero de delincuentes e inmigración descontrolada, la violencia desplegada con Nichols dejó claro que no era un suceso como los demás, lo que lo convirtió en prueba de que es la primera víctima de Jack el Destripador.
Fue entonces cuando nacieron muchas de las preguntas que hoy continúan obsesionando a expertos y aficionados, y que se resumen en dos cuestiones de compleja respuesta: ¿Quién? y ¿por qué?
“La gente está interesada en todo tipo de misterios no resueltos. Es un instinto muy humano satisfacer la curiosidad y conocer las circunstancias de eventos dramáticos. En el caso de Jack, sabemos dónde, cuándo y cómo, pero no quién o por qué”, resume Robin Odell, escritor e investigador experto en el Destripador.
Odell se niega a sumergirse en la jubilación y continúa dedicado al estudio de crímenes famosos, aunque ninguno le ha ocupado tanto tiempo como el que comenzó a investigar en 1965 con el libro Jack the Ripper in Fact and Fiction, considerado una de las mejores recopilaciones de datos sobre estos crímenes.
Definido como “eminencia” por la comunidad de expertos en Jack el Destripador, los llamados “riperólogos”, este escritor afirma que aún hay espacio y pistas para resolver las grandes cuestiones, que no deben reducirse solo al asesino, sino a su entorno.
“Cada nuevo descubrimiento o pieza para la investigación extiende la red más lejos y abre nuevas ventanas de interés. Eso incluye víctimas y otros sujetos involucrados en los crímenes, como los periodistas o detectives”, explica.
La prensa desempeñó un “papel significativo” para convertir al Destripador en un asesino icónico y lo hizo lucrándose espectacularmente: los periódicos londinenses de la época, que reprodujeron con dibujos las dantescas escenas del crimen, alcanzaron por primera vez el millón de copias vendidas al día.
Tuvieron meses para sacar más y más ediciones, ya que a Mary Ann Nichols le siguieron las también prostitutas Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly, cuyo cadáver encontrado el 9 de noviembre de 1888 puso fin a una espiral de violencia que aterrorizó durante meses a Whitechapel.
“Los sucesos ocurridos en la zona hace 125 años anunciaron la llegada del asesino en serie de la era moderna. Un individuo que a basa de astucia seleccionó víctimas para satisfacer sus deseos psicópatas manteniéndose esquivo y sin identificar”, expone Odell.
¿Quién fue Jack?, ¿por qué solo prostitutas?, ¿por qué dejó de matar?, ¿le interrumpieron o ya había cumplido su objetivo? ¿qué objetivo era, en ese caso?
Robin Odell recomienda a los interesados en el tema “estar abiertos a cualquier posibilidad” y hace una reflexión sobre la mentalidad criminal.
“Igual de importante que la identidad del asesino son las preguntas que rodean al fenómeno de los criminales en serie. ¿Son los psicópatas capaces de discernir entre el bien y el mal?” o “¿les da igual?”, reflexiona.
Cientos de libros, cómics, películas, series de televisión y ensayos después, las preguntas siguen abiertas y el grado de importancia de cada una queda a la elección del interesado en Jack, cuya identidad no está más cerca de resolverse que en aquel otoño de hace 125 años.
“Así que, quizás, la gran pregunta sea simplemente: ¿por qué?”, resume Odell.
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