“Fitness“, es un término que continuamente leemos y decimos. Pero, ¿qué significa realmente? Aunque es difícil dar una definición única, dentro de “fitness” se puede incluir una serie de conceptos que van desde el llevar una “vida sana ” y “alimentación adecuada“, hasta actividad física y entrenamiento. Algo así, en resumen, como “mente sana en cuerpo sano”.
Cuando se habla de “fitness”, se habla también de mejorar la “figura corporal” y de obtener “buena forma física”. Sin embargo, la idea va más allá de la apariencia o de cómo nos vemos, e implica también estar bien desde adentro, llevando adelante una dieta equilibrada y nutritiva , y en definitiva, un “estilo de vida más natural”.
Es decir que para hablar verdaderamente de “fitness” se deben incluir estos dos conceptos, de manera holística.
Con respecto a la “actividad física“, hay que tener en cuenta que el cuerpo humano necesita estar en movimiento para estar bien. El corazón, como “bomba” que es, necesita ser estimulado a través de la actividad para permanecer sano por más tiempo. Cada vez hay más estudios que corroboran esta relación entre ejercicio – buena salud.
“El cuerpo no se desgasta, se oxida”, es una frase muy escuchada en boca de especialistas, y el ejercicio también evita este proceso. Una actividad física moderada practicada de forma regular contribuye a una mejor salud física y mental, a mayor irrigación sanguínea y desintoxicación, y a una reducción del riesgo de ataque cardíaco, al tiempo que previene la obesidad y enfermedades degenerativas, entre otros beneficios.
La clave para optimizar estos efectos radicará en que el plan de ejercicios que se lleve a cabo permita alcanzar el máximo acondicionamiento posible: si el ejercicio es muy leve o demasiado fuerte, el corazón ya no se beneficiará. Lo que se recomienda, si recién se empieza una rutina de acondicionamiento, es comenzar de manera lenta e ir subiendo gradualmente, con el tiempo, la intensidad del ejercicio, otorgándole al cuerpo el tiempo que necesita para recobrarse y adaptarse a los cambios.
Con respecto a la alimentación, pues vale destacar que debe ser natural y equilibrada nutritivamente. Con respecto a las grasas, el mayor porcentaje deberá siempre provenir de “grasas saludables“, es decir, de origen vegetal o, en todo caso, de pescados. No deberán faltar tampoco proteínas de buenas fuentes, fibra, carbohidratos (siempre será preferible los complejos) y mucha fruta y verduras frescas.
Finalmente, vale destacar que un cuerpo bien ejercitado estará bioquímicamente entrenado para utilizar más eficientemente las grasas procedentes de la dieta y de las reservas como fuentes de energía. La tendencia a almacenar grasas se reduce con el entrenamiento.
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