martes, 14 de febrero de 2012

¿Por qué comemos así?... (F: Doris Ferriz)


Los hábitos alimentarios están condicionados por una gran variedad de factores geográficos, socioculturales y económicos, entre otros. La disponibilidad de un determinado alimento circunscrito a una región facilita la tradición en su consumo. Se entiende así que en regiones costeras el consumo de pescado sea más frecuente que en regiones del interior, e incluso, que las recetas varíen en función de la posibilidad de poder cocinar con ingredientes frescos o conservados al estilo tradicional (salazón, salmuera, ahumado, desecado).


Las particularidades del clima, la orografía y el tipo de tierra, entre otros factores, son elementos que han condicionado la disponibilidad de alimentos concretos en una determinada región y por tanto, su consumo.


De igual forma, aspectos religiosos y también culturales han promovido desde hace años distintos hábitos alimentarios: la prohibición de algunos productos por parte de determinadas creencias, su forma de preparación, presentación, horarios e, incluso, utilización de una cubertería especial, establecen una serie de criterios que terminan por definir las costumbres de un grupo.
Más allá de los hábitos alimentarios, el ser humano es capaz de expresarse a través de la comida. Alexandre Grimod de la Reynière decía que “el postre tiene que ser espectacular, porque llega cuando el gourmet ya no tiene hambre”. Y mi pregunta es ¿por qué seguir comiendo? ¡Por placer! Y lo que sucede es que el ser humano, a pesar de que comparte con el resto de seres vivos la necesidad de nutrirse, su consumo está condicionado al gusto. Y esto es hermoso. Porque el cuerpo es tan maravilloso que la sencillez del sabor nos arrebata sentimientos. Qué increíble es nuestro paladar que logra satisfacernos, nos eleva. Pero al final del día no es la exquisitez la que nos nutre.


La atmósfera de la embriaguez palatina es también un factor a tener en cuenta. ¿A quién no le gusta comer palomitas y ver una película? Nos hemos acostumbrado a desatender nuestra atención a la hora de la comida. Básicamente comemos sin consciencia. Con la tele prendida, atendiendo llamadas... Y no nos damos cuenta, que así vamos determinando conductas alimentarias que concretan inapropiadamente nuestro estado nutricional. Conviene reflexionar. Estar presentes. Porque cualquier principio define el comportamiento alimentario.


En esencia, en la determinación de éste intervienen dos grandes grupos de elementos: el primero está vinculado a una serie de necesidades biológicas, tanto de energía como de nutrientes.  El segundo mantiene una relación estrecha con el placer que reporta comer determinados alimentos de una forma específica. Básicamente, la satisfacción es la que cubre nuestras expectativas. Pero hay una enrome diferencia entre estar satisfecho y satisfacer.
Muchas de las moléculas y sustancias indispensables para el buen funcionamiento del organismo las puede sintetizar el propio organismo. Otras no. Por lo mismo, hay nutrientes no esenciales y esenciales. Estos últimos se obtienen tras la ingesta variada y diversificada. Es la manera de proveer de elementos imprescindibles como vitaminas, minerales, aminoácidos esenciales y ácidos grasos esenciales, sin los cuales es imposible mantener un estado de salud adecuado.


La ausencia o el déficit de cualquier nutriente esencial derivará en una enfermedad: escorbuto (vitamina C), beriberi (vitamina B1), anemia (hierro, ácido fólico) osteoporosis (calcio, magnesio y vitamina D).


Comer acompañado o no, el carácter de esta compañía, el entorno más o menos ruidoso, con música o sin ella, comer mientras se vé la televisión, la presentación de la comida en el plato y, en general, el entorno, condicionan la forma de comer y la salud del comensal a largo plazo.

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