"Sólo existen paraísos perdidos", afirmó el poeta inglés John Milton en el siglo XVII. Que este año eso no sea así en mi vida es mi desafío.
Una tarde de estas vacaciones decembrinas, al intentar ordenar las miles de fotos que tengo en la computadora, mis hijas y yo nos topamos con varios videos de la familia que no habíamos visto y que tomamos hace cinco, seis, siete u ocho años. Qué contentos la pasamos aquel día: "¡Ve que chiquitos están los niños!, oye la voz de Diego, ¡cómo ha cambiado! Qué joven y bien se veía tu papá", y demás comentarios. Creíamos mientras los vivíamos que esos momentos serían para siempre.
Solemos minimizar el testimonio de una cámara que graba el soplido a las velas de cumpleaños o la caída del primer diente o a los niños jugando, pero con el paso del tiempo se vuelve un tesoro. En retrospectiva sentimos otra vez cada emoción y disfrutamos cada risa e instante; es entonces que nos damos cuenta de lo felices que estábamos. Pero, ¿por qué la felicidad la afirmamos en tiempo pasado y no presente? Es la mente la que suele distraernos del instante que vivimos, esa mente que como un serrucho nos lleva del pasado al futuro sin detenerse.
¿Podemos detener ese vaivén y reconocer la felicidad en el presente? Sí, porque nuestro pensamiento es causa y lo que experimentamos, efecto. Es decir, lo que pienso lo llevo a mi sentir y es a través de mi sentir que experimento la vida. El terreno siempre nos dará aquello que sembramos, tanto de lo que amamos, como de lo que tememos. Buenos pensamientos producen buenos frutos, malos pensamientos malos frutos. Así de simple.
Ojo: date cuenta de lo que piensas y no te creas todo lo que piensas. Tomemos en cuenta que nuestra capacidad de cambiar lo que pensamos es el rens-serif:1s grande que la vida nos da. Los resultados no sólo impactan nuestra salud, sino también nuestras relaciones, nuestra calidad de vida y futuro.
a intentar hacer un zoom con la mente para ampliar la visión de amor, como si agregáramos una lente que realza los colores. Procuremos crear pensamientos correctos –positivos, de gratitud, de bondad, de comprensión– para comprobar que esta Ley universal de la causa y el efecto, tan antigua como el hombre mismo, es la clave de la felicidad.
¿Por qué no probarlo? Intentemos controlar la mente y decidirnos a ser felices como modo de vida, hoy.
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