En octubre de año 2007 una pequeña y dizque trivial nota, de esas que aparecen arrinconadas en una página de la sección de espectáculos de algún periódico, informaba que la señorita Kristina Dimitrova, de Bulgaria, había, entre cuarenta y dos muchachas de veintiséis países, resultado campeona en el Concurso Mundial de los Más Bellos Traseros organizado en Munich, Alemania, por una compañía fabricante de ropa íntima femenina. Y, aunque lamento el recorte de la foto que documentaba las perfectas semiesferas posteriores de la señorita Dimitrov no tuviera la foto que correspondía, creo que mi memoria visual conserva con precisión aquella imagen espléndidamente estética, visualmente deleitosa, y casi escultórica, es decir palpable, de las Lunæ Sororem que enriquecían la anatomía de la señorita Dimitrova.
Un momento, ¿qué son las Lunæ Sororem?
Son las nalgas.
Vayamos a una definición autorizada y lo menos “obscena” posible de las nalgas humanas, a las cuales el libro Sexología Lexicon (Ed. Pauvert, París, 1976) en un artículo de GZ, iniciales que, en el caso, no son de Gabriel Zaid (¡cómo van ustedes a creerlo!), sino de un doctor Gérard Zwang, define así:
“Volúmenes carnudos, bilaterales y simétricos situados en la unión del tronco y los muslos y entre las caderas, que permite al cuerpo humano estar en posición vertical o sentarse y ejercer ciertas funciones de higiene y de placer […] La ranura nace de la parte inferior de los riñones y se extiende a la punta del coxis, en el ángulo del losange de Michaelis. En la mujer los movimientos del coito están, en esa región, articulados por la columna lumbar, las caderas y las rodillas, e intervienen de manera decisiva en la inclinación y el avance de la pelvis”, etcétera.
Y basta de información más o menos científica. Veamos el lado lírico del asunto.
Supe de la frase Ad Lunæ Sororem (“A las lunas hermanas”, o “gemelas”) gracias a un muy poco conocido soneto de un poeta, novelista, dramaturgo, aviador y político (fascista, ¡ni modo!): Gabriele D’Annunzio. El cual soneto intenté traducir cuando me fue inmediatamente recordado por las triunfantes semiesferas posteriores de aquella inolvidable señorita Dimitrova.
Ahora la reaparición del recorte de aquella nota (sin la foto, ay) me devuelve al recuerdo de Kristine la bien dotada, y al poema d’Annunziano, y, no sé si para deleite del lector ofrezco aquí mi versión literal y mi intento de versión en español del poemita.
Dice el texto “Ad lunæ sororem”, en la versión literal:
“Forma dulce que te redondeas donde se inserta el arco de los riñones, si, venciendo en tu copia todos los senos, en mi mano que te busca y apresa, vas, también dúplice, hacia dos mundos/ en que el Pecado sus más raros bienes quiso encerrar para mí como en terrenales paraísos y en los misterios más profundos, oh tú, masa cándida que sobre el vivo pivote ondeas alzada hacia los altos cielos en que la voluptuosidad sus tormentas reúne, resplandece aquí en mármol argivo, si te invoca una presencia, fuera de velos, ¡oh carnal hermana de la Luna!”
Y, si il signore Gabriele D’Annunzio y usted me disculpan por el atrevimiento, para terminar este imprudente artículo, va mi esforzada aunque grata versión en un soneto en español y en endecasílabos, aunque no rimado, pero mal ritmado, y no poco enrevesado:
Forma que dulcemente redondeasel final escindido de la espalda:si, vences a los senos, tus gemelos,y pesas en mis manos que te cercan,y, también doble, vas hacia dos mundosdonde el Pecado sus raros bienesy los misterios más profundos regalaal hombre en terrenales paraísos,¡oh, tú masa inocente y columpiadaque asciendes hacia aquellos firmamentosen que el Deseo agrupa sus tormentas,como el heleno mármol resplandece,pues quiero tu presencia ya sin velos,doble, carnal hermana de la Luna!
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