jueves, 18 de diciembre de 2014

¿Por qué el feto no se ahoga en el líquido amniótico? (F: Ser padres)

El líquido amniótico aparece hacia la quinta semana de embarazo y aumenta mucho de volumen al final del tercer mes, cuando se forma el saco amniótico. En la semana 12ª supera los 50 mililitros, en la 20ª alcanza los 400 ml y en la 38ª ronda los 1.000 ml. Si el embarazo se prolonga más de lo previsto, el volumen disminuye poco a poco.
Contenido en la bolsa de aguas o saco amniótico, el líquido amniótico configura un recinto acogedor para el bebé en un entorno tan poco estable como el vientre materno. Si no fuera por él, las paredes del útero serían incapaces de amortiguar el mínimo tropezón.
Su composición va cambiando según avanza el embarazo para adaptarse a las necesidades del bebé, pues nutre al feto y evacua sus secreciones. Se renueva cada pocas horas a través del cordón o de las membranas que forman la bolsa y la placenta.

¿Y cómo respira el feto con tanto líquido?

Los pulmones del feto no tienen función respiratoria. Él feto respira gracias a la placenta. Toma el oxígeno y los nutrientes que necesita para desarrollarse de la sangre materna que llega hasta la placenta.
Sin embargo, el feto sí inspira líquido amniótico por la traquea y los bronquios y lo expulsa mediante movimientos muy similares a los que se hacen al respirar, aunque, dentro del útero, no realiza una verdadera función respiratoria con los pulmones. Esta entrada y salida del líquido ayuda a que los pulmones se desarrollen bien y puedan realizar la función de respirar una vez el bebé haya nacido.

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