Por mucho que nos esforcemos en organizar los menús, en tener vigiladas las fechas de caducidad y en sacar partido de las sobras con recetas de aprovechamiento, es complicado no acabar desperdiciando algo de comida.
Lo que ocurre es que ese "algo" es normalmente más de lo que creemos, y cuando se transforma en una cantidad palpable, nos asustamos. Como cuando limpias la nevera y los armarios y te sorprendes de todo lo que tienes que tirar. Claro que no creo que aquí lleguemos al nivel de los estadounidenses, que tiran el 31% de todos los tomates que compran.
Es decir, que casi uno de cada tres tomates que compra un norteamericano acaba en la basura. De hecho, según un informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, es algo que ocurre en un porcentaje similar con las todas la fruta y los vegetales frescos, de los que se echa a perder una cuarta parte (25%). Y eso sólo en nuestras neveras, porque en la cadena de distribución se desperdicia entre un 10 y un 12% adicional.
Tampoco le van a la zaga la carne (23%), el pescado y el marisco (31%) o los huevos (21%), con un resultado final aterrador: el 21% de todo lo que entra en una cocina estadounidense sale en una bolsa de basura. Os he preparado un gráfico con los datos agrupados y desglosados:
Y estos son los porcentajes si añadimos las pérdidas en la cadena de distribución, siempre según el mismo informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
En España los datos no son mucho mejores. Según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, a lo largo de toda la cadena agroalimentaria se desperdicia entre un 30 y un 50% de los alimentos sanos y comestibles.
De ese cantidad, los hogares son responsables del 42% y la fase de fabricación del 39%, el resto se reparte entre la restauración (14%) y la distribución (5%). Eso nos deja con un porcentaje tampoco tan alejado del norteamericano, con un desperdicio en el hogar de entre el 13 y el 21%.
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