REPORTAJE: PSICOLOGÍA
Atentos a las nuevas oportunidades
Resignarse a lo conocido y no atreverse a poner en marcha los sueños limita nuestras posibilidades. Hasta en tiempos de crisis hay oportunidades a las que tenemos que abrirnos para dar un giro a nuestras vidas.
Por: Francesc Miralles
EL País Semanal
25/09/2011
La vuelta al trabajo, tras un verano lleno de alarmas económicas, hace que muchas personas se reincorporen a la rutina resignadas a reprender su vida en el mismo punto donde la dejaron. Esta inercia de lo cotidiano nos hace olvidar que cada ser humano tiene ante sí un amplio abanico de caminos, aunque creamos encontrarnos en un carril de sentido único.
EL País Semanal
25/09/2011
La vuelta al trabajo, tras un verano lleno de alarmas económicas, hace que muchas personas se reincorporen a la rutina resignadas a reprender su vida en el mismo punto donde la dejaron. Esta inercia de lo cotidiano nos hace olvidar que cada ser humano tiene ante sí un amplio abanico de caminos, aunque creamos encontrarnos en un carril de sentido único.
"Nos sentimos tan agobiados por las obligaciones, que nos aferramos a lo que tenemos sin contemplar otras alternativas"
"Para poder ver las oportunidades hay que dejar de pensar en clave de limitaciones para hacerlo en clave de posibilidades"
Un célebre poema de Robert Frost habla de un caminante que debe tomar una decisión: "En un bosque se bifurcaban dos senderos, y yo... Yo tomé el menos transitado. Esto marcó toda la diferencia." A la mayoría de las personas nos aguardan, no dos caminos, sino un mar de opciones. En el momento en que tomamos conciencia de ellas, la apatía y el conformismo dejan paso a la libertad de elegir lo que queremos ser y hacer, siempre dentro de nuestras posibilidades, que son muchas más de las que suponemos.
Este artículo aborda la ciencia de las posibilidades. Para ello hablaremos de personas que supieron ver algo diferente tras el muro del cansancio y el determinismo. Empezaremos con el caso de dos escritores norteamericanos muy diferentes entre sí: uno es el rey del best seller de consumo rápido; el otro, un firme candidato al Premio Nobel.
Pocos lectores saben que Dan Brown, antes de escribir novelas como El código Da Vinci, era músico -grabó tres discos que pasaron desapercibidos- y profesor de idiomas en un instituto. Se hallaba de vacaciones con su esposa en un hotel de Tahití cuando observó que alguien había olvidado un libro en una tumbona. Se trataba de The Doomsday conspiracy, de Sidney Sheldon. Por curiosidad leyó la primera página y, sin pretenderlo, se tragó aquel thriller de cabo a rabo. Cuando lo terminó, de repente pensó que le apetecía escribir una historia así.
Al regresar a casa empezó a redactar su primer libro sin imaginar que, en solo unos años, sería el escritor más rico del mundo. Nada de esto habría sucedido si Brown no hubiera recogido esa novela que albergaba una nueva y excitante posibilidad.
En el otro extremo, el exquisito Don DeLillo tampoco se había propuesto ser novelista. Quien escribiría obras como Ruido de fondo o Americana procedía de una familia muy humilde, así que se empleó como guardia de seguridad en un parking para poder viajar. Obligado a matar las horas de algún modo, empezó a devorar los clásicos de la narrativa norteamericana. Después de mucho leer decidió que tenía que ser escritor, y se puso a la tarea. El aburrimiento del parking se convertiría en su gran oportunidad.
La vida de cada persona está llena de oportunidades que pasamos por alto, a diferencia de los dos casos que acabamos de ver. Nos sentimos tan agobiados por nuestras obligaciones y miedos, que nos aferramos a lo que tenemos sin contemplar otras alternativas. Incluso en tiempos de profunda crisis como los actuales, las oportunidades bullen en la olla de lo cotidiano a la espera de ser descubiertas. Para poder verlas hay que dejar de pensar en clave de limitaciones para empezar a pensar en clave de posibilidades.
La escuela de la dificultad
"Hay que dejar el pesimismo para tiempos mejores, y el optimismo, para los peores" (Pere Casaldáliga)
Si revisamos las biografías de los grandes inventores veremos que muchos de ellos no tuvieron una vida nada fácil. Tal vez fueron las mismas dificultades que padecieron lo que les hizo especialmente soñadores, empujados a imaginar una realidad mejor que la que habían conocido.
Un caso muy significativo es el de Graham Bell, que en 1876 patentaría un aparato tan insólito como revolucionario: el teléfono. Su infancia estuvo marcada por la temprana sordera de su madre, para quien la familia inventó un lenguaje de signos. El interés por la comunicación hizo que Graham estudiara acústica y fuera un experto ventrílocuo, además de aprender a tocar solo el piano.
Sus dos hermanos ya habían muerto de tuberculosis cuando Bell se centró en la experimentación con la electricidad para transmitir el sonido. Todos sabemos adónde condujeron sus esfuerzos, puesto que usamos diariamente el teléfono de una u otra manera. No obstante, en un primer momento fueron muchos los que dudaron de la utilidad del invento. Sin ir más lejos, un ejecutivo de la Western Union lo calificó como "un aparato sin valor con el que nadie desearía comunicarse, pues ¿quién querría hablar con alguien a quién no veía?".
Los cisnes negros
"El mundo está lleno de melones por abrir llamados posibilidades" (George Elliot)
Al igual que el inventor del teléfono vio posibilidades en la transmisión del sonido, los emprendedores de la era digital se distinguen por ver oportunidades antes insospechadas. ¿Quién podía imaginar que vender muebles desmontados -IKEA- o que un proyecto como Facebook iban a generar los miles de millones en que están valoradas estas compañías actualmente?
Según Nassim Nicholas Taleb, profesor en Ciencias de la Incertidumbre de la Universidad de Massachusetts, es justamente porque nadie había pensado en estas posibilidades que han tenido éxito. Lo insólito e imprevisible alcanza la línea de meta sin que otros competidores hayan llegado antes, como cuando a un farmacéutico de Atlanta se le ocurrió preparar una bebida tónica negruzca, dando nacimiento a la Coca-Cola.
Para Taleb, nos hemos acostumbrado a reducir la complejidad del mundo a aquello que damos como verdadero. No obstante, existen otras posibilidades más allá de ese estrecho horizonte mental.
En su ensayo pone como ejemplo el descubrimiento en 1697 del cisne negro en Australia, cuando era una creencia extendida que los cisnes solo podían ser blancos. Utilizando esta ave de forma alegórica, un "cisne negro" es un suceso que presenta tres características: a) causa gran impacto, b) es difícil de predecir y c) supera nuestras expectativas.
La película no obtuvo una gran recaudación y Harrison prosiguió con su trabajo de carpintero. Aun así, mantuvo su amistad con Lucas, que le pidió que le ayudara con los castings de su nuevo proyecto: La guerra de las galaxias.
Encontraron buenos actores para todos los papeles excepto para Han Solo, un secundario que tampoco parecía tener gran relevancia en la historia. Quizá por eso, finalmente, Lucas preguntó al carpintero si se quería poner él al mando del Halcón Milenario. Ninguno de los dos imaginó la posibilidad de que el personaje y el actor pronto se harían mundialmente famosos.
El arte de crear oportunidades
"No importa lo negras que parezcan o sean las cosas. Levanta la mirada y contempla las posibilidades. Siempre están ahí" (Norman Vicent Peale)
En su fábula La buena suerte, Álex Rovira y Frenando Trías de Bes resaltan que el éxito duradero no está en el azar, que es inconstante y temporal, sino en la creación de las propias oportunidades. Un relato tradicional zen cuenta que durante una batalla trascendental, un general japonés se decidió a atacar. Aunque su ejército era superado en número considerablemente, estaba totalmente seguro de que ganarían, pero sus hombres estaban llenos de dudas.
En el camino a la batalla se detuvieron en un santuario religioso. Después de rezar con sus hombres, el general sacó entonces una moneda y dijo:
-Ahora lanzaré esta moneda. Si es cara, ganaremos. Si es cruz, perderemos. El destino se revelará.
Lanzó la moneda al aire y salió cara. Los soldados estaban tan rebosantes de confianza que atacaron vigorosamente al enemigo y salieron victoriosos.
Después de la batalla, un teniente le comentó al general:
-Nadie puede cambiar el destino.
-Absolutamente correcto -respondió el general mientras mostraba al teniente la moneda, la cual tenía cara en ambos lados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario