ANDARES POLÍTICOS
Benjamín Torres Uballe
La noticia se esparció primero por medio de las redes sociales con la velocidad e inmediatez características; luego las televisoras y el resto de los diversos medios electrónicos la secundaron.
Otra vez Michoacán alzaba la mano en un SOS lleno de angustia y dramatismo en el interminable e implacable estado de sitio, al cual el llamado crimen organizado ha sometido desde la época calderonista, sin ninguna consideración para el indefenso estado tarasco.
En la madrugada del pasado domingo 27, subestaciones de la CFE en al menos 18 municipios de la entidad fueron atacadas por comandos de hombres armados con rifles de alto poder y bombas molotov, mientras que dos estaciones expendedoras de gasolina fueron incendiadas en Apatzingán y Tarímbaro.
Como consecuencia de ello, los daños ocasionados a la población fueron mayores. Miles de hogares y comercios quedaron sin energía eléctrica. El mensaje era claro: le recordaban al recién reintegrado gobernador Fausto Vallejo y al gobierno federal quién es el propietario de la región.
A partir de ese momento, las declaraciones de las autoridades intentaban en vano justificar lo injustificable: que los actos tipo guerrilla no eran tal, sino meros actos vandálicos. Sí, así de demagógicas y poco inteligentes las insultantes peroratas de los responsables de otorgar la seguridad que mandata la Constitución a todos los mexicanos, incluidos, por supuesto, los michoacanos.
La banalidad con la que se han conducido y comportan los gobiernos federal y estatal en el tema de Michoacán es una absoluta irresponsabilidad y deberían, por ello, ser llamados a cuentas por su omisión y negligencia en la solución de tan delicado y trascendental problema que han soslayado una y otra vez.
Diversos sectores de la sociedad y la senadora panista Luisa María Calderón habían alertado en diversas ocasiones que Michoacán se había convertido irremediablemente en un estado fallido.
En aquel entonces, motivos perversos en voces de personajes con intereses mezquinos salieron a rasgarse las vestiduras, al tiempo que aseguraban lo contrario y vituperaban a quienes se habían atrevido a señalar lo que resultaba irrefutable y evidente.
La súplica por ayuda es en forma unánime, no hay sector que no lo haya hecho ya y que, sin embargo, ha encontrado oídos sordos.
Incluso la iglesia, a través de la Conferencia del Episcopado Mexicano, denunció que la violencia generada por los grupos criminales ha provocado el éxodo de familias ante el temor e inseguridad originada por secuestros, asesinatos, levantones y cobro por derecho de piso. Es tal la desesperación, que el Obispo Miguel Patiño y unos 5 mil habitantes de Apatzingán realizaron una marcha de oración por la paz el pasado jueves 31.
La presencia militar y de la Policía Federal poco o nada ha podido hacer para contener a Los Caballeros Templarios y al Cártel de Jalisco Nueva Generación. Todos los días aparecen cadáveres en cualquier rincón de la ––en otros tiempos–– apacible y segura provincia. A manera de ejemplo, sólo basta con echar una ojeada a las páginas de la nota roja para enterarse que Apatzingán, actualmente, es una “fábrica” de cadáveres, aunque en ello Tierra Caliente no se queda atrás.
El vacío de poder en Michoacán y el ninguneo de la actual administración federal han hecho enormes e irreversibles estragos en la estructura, social, económica y política en la sociedad michoacana, y han sentado un macabro antecedente hacia el resto del país.
Ante la ruina a la que han llevado a esa parte del territorio michoacano las autoridades de los tres niveles de gobierno, a causa de su inacción y negligencia, se insiste en la desaparición de poderes, lo que ya ocasionó el inicio de la polémica con voces a favor y aquellas que, por razones obvias ($$$), argumentan lo contrario.
La explosión de la violencia generó la “guerra” del espiado Felipe Calderón, la cual no resolvió en su origen las causas del narcotráfico y sus nefastas consecuencias; por el contrario, todo indica que se actuó más por impulso que con un plan elaborado sobre conceptos de inteligencia. La carencia sólo exacerbó la violencia en detrimento de la sociedad de Michoacán y ha generado miles de muertos, aunque por ahí alguna fuente oficial asegure que la anarquía obedece a que ya se rescató el Estado, eh, ¡qué tal!
En el entorno de terror y caos que hoy impera en esa entidad, Fausto Vallejo fue señalado de que uno de sus hijos tiene nexos con el narcotráfico, y esto -sea verdad o no- contribuye a enturbiar aún más las aguas profundas en que se ahogan los 113 municipios del estado.
Hoy todo parece indicar que Michoacán está en una tremenda lejanía de los intereses de la clase gobernante y que se ha convertido desde hace tiempo en un molesto lastre que le resta puntos en la imagen de progreso, bienestar y armonía que se intenta transmitir a la comunidad internacional.
El riesgo de que el estado haya claudicado en su deber de salvaguardar el orden jurídico en una de las regiones más importantes de México tiene como víctimas inmediatas a los 4 millones 351 mil michoacanos, y en el mediano plazo es muy probable que también al resto de los mexicanos y, con ello, al país entero. ¿Lo sabrán en Los Pinos y en Bucareli?, o ¿lo saben y no les interesa?
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