lunes, 30 de enero de 2012

¿Antropofagia ritual?... (fuente selecciones)...


Si, como era frecuente, el prisionero era vencido, se procedía a sacrificarlo, mientras se tributaban honores al vencedor entre vivas y aclamaciones de triunfo. Pero estas aclamaciones no eran comparables a la euforia de quienes presenciaban los combates gladiatorios romanos, en los cuales se alentaba una morbosa sed de sangre. En el mundo azteca éste era un ritual religioso, que como otros estaba revestido de solemnidad y en el que se participaba con respeto. Los restos del sacrificado eran cocinados con gran esmero y se daban a los sacerdotes o a los soldados.


Por esta costumbre, que era parte de su liturgia religiosa, se ha acusado a los antiguos mexicanos de antropofagia. Sin embargo, no hay que olvidar que era una antropofagia ritual. El sacrificio humano no tenía por objeto causar daño, ni se practicaba por crueldad ni venganza. El prisionero era considerado como portador de los deseos del pueblo azteca. Se le trataba con consideración y en algunas ocasiones hasta con reverencia. Ejemplos de estos actos ha habido en casi todas las religiones. Y aunque vistos desapasionadamente resultan inhumanos y crueles, fueron en su momento realizados con plena convicción deque se procedía en forma adecuada.


Algunos autores antiguos calculan el número de víctimas sacrificadas anualmente en la piedra gladiatoria en 20,000; otros, como Clavijero, consideran esa cifra una exageración similar a los recuentos de los cronistas medievales europeos.


El capitán tlaxcalteca que prefirió el sacrificio


Tlahuicole, enemigo de los mexicas, fue aprehendido cuando no podía salir de una ciénaga. Conducido el notable tlaxcalteca ante Moctezuma II, recibió una tentadora propuesta: tan valeroso general seguiría con vida y obtendría los honores y las riquezas que correspondían a su dignidad si peleaba al lado de los aztecas. Tlahuicole rehusó al principio, pero luego aceptó con la condición de que no hubiera luchas contra su propia gente, los de Tlaxcala. El monarca mexica lo mantuvo con distinción en su reino y le solicitó que dirigiera la guerra contra los de Michoacán. Esta vez Tlahuicole sí aceptó y dio tal muestra de valor y destreza para el combate que obtuvo mayormente las simpatías de Moctezuma, quien entonces le ofreció un empleo fijo en sus ejércitos; a esto el tlaxcalteca rehusó definitivamente. Reconociendo la valentía y firmeza de Tlahuicole, Moctezuma le devolvió la libertad para que regresara con los suyos.


El preclaro tlaxcalteca sintió entonces que no podía ver cara a cara a su gente, pues los había traicionado al ganar victorias para los aztecas. Así era la nobleza de espíritu entre los antiguos mexicanos. Pidió morir en el sacrificio gladiatorio, que consideraba honroso, antes que retomar avergonzado a su pueblo. Atado al temalácatl, derribó a ocho de los mejores guerreros aztecas. Por segunda vez rehusó la libertad que dignamente había alcanzado y pidió ser ofrendado al dios de la guerra. El sacrificio se hizo entre demostraciones de júbilo por el agrado con que Huitzilopochtli recibiría tan insigne corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario